VIAJAR EN EL TIEMPO

La fantasía suprema: viajar en el tiempo ¿Quién no ha pensado alguna vez en viajar por el tiempo? Una idea loca, mitad en el ámbito de la fantasía, mitad en el ámbito de la ciencia ficción.
Probablemente, la definición más influyente en ciencia, sea la de Einstein que integró al tiempo como cuarta dimensión.
En efecto, en 1915 Einstein enunció la teoría general de la relatividad en la que la velocidad de la luz es invariante en todos los sistemas de referencia y que constituye el límite superior impuesto por la naturaleza a todas las velocidades (en particular, un objeto viajando a la velocidad de la luz, no siente pasar el tiempo). Además de su comportamiento como una onda, Einstein encontró que la luz está formada por cuantos que se conducen como corpúsculos: los fotones. Sorprendentemente la luz se comportaba a veces como onda y a veces como partícula. Esta dualidad, constituiría uno de los pilares fundamentales sobre los que se elaboraría la mecánica cuántica, teoría que nunca convenció del todo al gran Albert.
En un sentido estricto, frecuentemente viajamos en el tiempo mentalmente: siempre estamos planeando el futuro. Esta actividad no sólo es decisiva en nuestro futuro individual, sino ha sido decisiva en nuestro futuro como especie animal. Por ejemplo, al ir a cazar por comida (o en tiempos más modernos, al ir de compras al supermercado), nos vemos mentalmente cazando (o comprando) antes de hacerlo realmente. Esto es fundamental para no terminar como lunch de quién pretendemos almorzar. No es casual que enfermos con desajustes del sistema de propiocepción pierdan la noción de peligro (que por supuesto, requiere de anticipación, de imaginar lo que pasará).
Los neurólogos australianos Suddendorf y Corbalis al iniciar el estudio formal de los viajes mentales en el tiempo, abrieron una puerta al entrelazamiento de la neurofisiología con la física y las matemáticas. Estas relaciones están en una etapa inicial de desarrollo.
La percepción del tiempo no es sino un fenómeno emergente de la conciencia, o como dijo el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel ‘el tiempo, no es sino la distancia entre nuestros recuerdos’. Y si el tiempo existe de manera colectiva, inscrito en el fondo del universo, ¿no podría ser la manifestación de una mente universal? Pero eso ya es tema de especulación, de la poesía y las religiones. El tiempo, ese elemento de la realidad, a la vez, tan tiránico y elusivo, no se deja dominar, pero comenzamos a entrever sus secretos.

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